La sociología francesa frente a su pérdida de estatus. Jean Laurent Cassely

La sociología francesa frente a su pérdida de estatus

Traducción libre: Jorge Ramírez

Jean-Laurent Cassely - 11 de julio de 2017 a las 6:00 am

Atacados desde el exterior, los sociólogos deben defender su legitimidad mientras se enfrentan a la precariedad de la profesión. Sin olvidar responder a una pregunta incómoda: ¿puede la sociología sobrevivir a la crisis de la socialdemocracia?

Leí en una entrevista con el sociólogo del tiempo y la aceleración Hartmut Rosa que cada segundo, de uno a dos millones de seres humanos estaban en el aire, viajando en avión de un lugar a otro del planeta ¿Cuántas personas están asistiendo a un congreso, coloquio o seminario mientras lee este artículo? Un sociólogo necesariamente ya estudia eso. Porque en 2017  encontramos sociología de todo. Hay un sociólogo para cada cosa: hay sociología del transporte, sociología de la certificación, sociología de los medios, sociología de los niños, sociología del surf, sociología de los leñadores, sociología de las escuelas de samba en Río e incluso una sociología de los académicos, una especie de sociología al cuadrado, como si hubiera una física cuántica de los físicos o una microeconomía de los autores de libros de finanzas.

El séptimo congreso de sociólogos franceses, que tuvo lugar en Amiens la semana del 3 de julio, reúne a más de mil participantes y se organiza en cincuenta subespecies de sociólogos, de redes temáticas: por ejemplo “Sociología y Religiones”, “Familia, vida privada, vida pública”, “Redes Sociales”. En el marco de estos comités, los investigadores presentan comunicaciones sobre investigaciones en curso o concluidas. Cada red tiene su especificidad y en algún lugar, su propia sociología: “Podemos notar afinidades electivas entre los sociólogos, incluso en su habitus y su hexis corporal, y los temas tratados”, observa Arnaud Saint-Martin, sociólogo de las ciencias (Centro Europeo de Sociología y Ciencia Política) y miembro de la oficina de la Asociación Francesa de Sociología (AFS) que organiza estos encuentros. Traducción: los sociólogos tienden a parecerse a su objeto de estudio. Incluso parece que la red temática “socialización” es buen aprendiz en lo que respecta a la animación de su propia red.

Sociología demeritada 

Entre los investigadores que asisten, muchos son jóvenes estudiantes de doctorado, siendo la juventud un concepto bastante relativo y elástico en sociología en la medida en que un postdoctoral de 39 años será considerado “joven” desde el punto de vista de su edad académica. Uno de estos “jóvenes” sociólogos me cuenta la carrera de obstáculos que espera a un nuevo doctor. Mientras que antes un título marcaba la entrada en la estabilidad profesional, el doctorado, que se obtiene después de una tesis que puede durar de tres a ocho años, ahora no es más que la "prepa" del sociólogo: abre el derecho a continuar el juego durante unos años más en la dura lucha por los pocos puestos disponibles. El candidato busca entonces un contrato de investigación por el corto periodo de un año, un postdoctorado que eventualmente puede renovar... en ocasiones unas diez veces.

Esta transición a la edad adulta académica está marcada por contratos de profesor de asignatura y entrevistas para obtener un puesto de profesor titular (Maitre des Conférences), el primer grado para enseñar antes de lograr, tal vez, la prestigiosa Habilitación para Dirigir Investigaciones (HDR) y el título de Catedrático, luego los diferentes niveles que el académico puede escalar a lo largo de su carrera institucional. “Si sumas a todos los candidatos que han defendido su tesis y están calificados este año [autorizados para postularse] y todos los de años anteriores que buscan un trabajo, obtienes fácilmente 2.000 personas”, me explica uno de esos aspirantes a las vacantes de investigación.

Consecuencia inevitable, prosigue otro de ellos:

“Hay de 80 a 150 candidatos a una sola vacante de profesor titular. Muy, muy buenos candidatos, es decir, que ya han publicado un artículo en la Revista Francesa de Sociología, la referencia, y que a menudo son mucho mejores que los profesores que los entrevistan, ni siquiera están preseleccionados ”.

Estudiante de doctorado en la Universidad Lumière Lyon 2 y elegida para el Comité Ejecutivo de la Asociación Francesa de Sociología, Virginie Blum increpó al auditorio repleto de sociólogos/as en nombre de los precarios de la investigación, los cuales, me explica, se han convertido en una variable de ajuste cada vez más institucionalizada, y cuyo destino pesa fuertemente en la salud colectiva de la disciplina:

“En este periodo de escasez de puestos, la competencia y la competitividad se acentúan, lo que crea cada vez más tensiones internas. Sobre todo porque no hay control externo sobre el proceso de reclutamiento universitario: los criterios son específicos de cada universidad y departamento, con una forma de nepotismo. ¿Cómo, como sociólogo, pueden cerrar los ojos a lo que se parece a un sistema de dominación? ”

Estos testimonios de una situación ahora conocida, propia de una “generación sacrificada” que puebla las facultades de ciencias sociales, pueden ayudar a comprender por qué el ambiente está bastante descompuesto dentro de la profesión. Y por qué un caso aparentemente inofensivo ha desencadenado la rabia de miles de aspirantes en las últimas semanas. Algunos candidatos han seguido el largo proceso del concurso de contratación para el puesto de investigador del CNRS. De ellos, dos fueron clasificados en primer lugar por el jurado de elegibilidad, compuesto por pares de la disciplina que evalúan el trabajo del candidato. Después de esta primera clasificación, un segundo jurado, llamado de admisión, generalmente aprueba la decisión y nombra a los mejores candidatos para los puestos. Sin embargo, en esta ocasión el jurado eliminó a estos candidatos. Literalmente los "degradó", así como a otros dos candidatos sociólogos.

Desde el exterior, el asunto es horriblemente complejo, burocrático y aburrido. Para los sociólogos reunidos en congresos, en cambio, es el golpe de gracia político contra una profesión que nunca ha dejado de despertar la desconfianza de los miembros de otras disciplinas, de los altos funcionarios que administran la investigación y del resto de la sociedad. Otro “joven” doctor en sociología, que evoluciona en este espacio-tiempo prorrogable entre el los post-estudios y antes del empleo, me explica lo que significa este asunto para él:

“Todavía quedaba una esperanza racional, basada en una probabilidad ciertamente muy baja, de que si trabajábamos bien, que publicábamos muy buenos trabajos, algún día podríamos ser nombrados al CNRS. Con este acto de quitarle mérito a los concursantes, fue esta esperanza la que explotó "

Según cuatro sociólogos que escribieron una larga colaboración sobre el caso en la revista Zilsel, “la instancia del CNRS encargada de evaluar a los candidatos ha cruzado una línea roja”. Según ellos, los argumentos presentados -falta de internacionalización de las carreras- se basan en criterios cuestionables, el famoso “factor de impacto” y sus indicadores bibliométricos típicos de la gestión de la investigación académica. “Pero las razones de esta vulnerabilidad de las ciencias sociales a las decisiones arbitrarias de los burócratas de la investigación son sin duda más profundas”, continúan los autores. Según ellos, sería “una sanción frente a una cierta sociología”. En vista del trabajo de los cuatro candidatos rechazados, los miembros del jurado habrían optado por sancionar “una sociología que hace lo social”, “una sociología izquierdista”. La palabra sale a relucir.

El eterno juicio contra la sociología militante

Según una petición firmada por muchos sociólogos, el caso de los colegas demeritados es “un ataque de la sociología como disciplina científica”. ¿Una más? “La postura defensiva de la disciplina aparece de muchas maneras epidérmicas durante este congreso”, señala uno de ellos. Hubo, por ejemplo, entre los sociólogos de la juventud comentarios sobre el hecho de que los funcionarios electos acogieron mal a los sociólogos, desconfiaban de ellos, los identificaban con expertos en gestión o investigadores que estaban allí para vigilarlos o criticarlos"

De manera bastante significativa, la Asociación Francesa de Sociología eligió como tema de su séptimo congreso: “Sociología de los poderes, poderes de la sociología”. El sociólogo francés vive, en 2017, en una cierta paranoia mantenida, es cierto, por las autoridades públicas, los editorialistas y, en general, lo que los sociólogos llaman burlonamente “el sentido común”. El ex primer ministro Manuel Valls no habló ante el Senado hasta los atentados del 13 de noviembre y lo hizo para quejarse de que estaba cansado “de aquellos que buscan constantemente excusas o explicaciones culturales o sociológicas para lo que sucedió", es decir, precisamente, según él, ¿los sociólogos?

Contra esta visión de la sociología, los miembros de la profesión respondieron como saben hacer: escribiendo. El sociólogo Bernard Lahire, profesor de la Ecole Normale Supérieure de Lyon, presentó el contraargumento más notable en un libro titulado "Pour la sociologie", y para terminar con una supuesta “cultura de la excusa”. A decir verdad, no es toda la sociología la que es objeto de las críticas, especialmente desde los atentados, sino su corriente que se dice “crítica” o de la dominación, fuertemente inspirada en el marxismo, el estructuralismo y el trabajo teórico de Pierre Bourdieu. Para Bernard Lahire, que vino a hablar ante sus colegas en Amiens sobre el tema de la defensa de las ciencias sociales en el espacio público, el rechazo de esta sociología es la prueba de su capacidad permanente para molestar al revelar relaciones de poder y dominación. Como me explicó un poco antes de su conferencia:

“La ciencia frustra las expectativas ordinarias de la gente, en sociología como en otros lugares. Este enojo contra la sociología comienza muy temprano, por ejemplo, tan pronto como la gente lee su propia respuesta literal como parte de una encuesta, es decir, simplemente lo que le contaron al investigador. A veces no lo soportan...”

Sobre todo porque la ciencia de la sociedad ha establecido resultados muy sólidos y constantemente verificados: “Tomemos las desigualdades en la educación. En todos los países donde hay jerarquías sociales, se confirma que hay desigualdades en el acceso al conocimiento. Si naces en el Sahel tienes pocas posibilidades de terminar en Harvard ”.  Para Bernard Lahire, la pregunta sobre el activismo sociológico es, por tanto, una mala forma de hacer la pregunta.

“Creo que hay que luchar para demostrar que hablar de dominación no es normativo. O hay que decir que si la tierra gira alrededor del sol, también es un discurso normativo". Si la sociología crítica es acusada regularmente, “es porque hay corrientes de la sociología que dicen cosas que no se pueden ignorar. Para mí, es más bien alguien que nunca vería el dominio en ninguna parte de la sociedad, el de los hombres sobre las mujeres, el que se ejerce en el mundo del trabajo o el de los padres sobre los niños, etc., que tendría un problema real en comparación con lo real. No hay una sociedad conocida sin relación de dominación... Lo que no significa que la realidad social se reduzca a la dominación. También hay informes de cooperación, en los que han insistido algunos sociólogos estadounidenses como Howard Becker ”.

Otros sociólogos han analizado el estado de degradación sufrido por su disciplina y la competencia que ejercen las ciencias rivales en el marco de una evolución más amplia de las sociedades occidentales: “la economía y la psicología [...], al igual que las ciencias de la gestión, han adquirido un nuevo prestigio en el Viejo Continente”, escriben en un ensayo recientemente publicado, Socialismo y sociología, el filósofo Bruno Karsenti y el sociólogo Cyril Lemieux, directores de estudios de la EHESS (École des haustes études en Sciences Sociales). Para los dos autores, estas ciencias humanas, “fundadas principalmente en postulados individualistas” entran “cada vez más en resonancia con las nuevas políticas económicas y las nuevas orientaciones ideológicas defendidas por los Estados europeos y la propia Unión Europea".

Puesta ante el espejo, la sociología estaría en proceso de perder actualidad con el abandono gradual del estado socialdemócrata redistributivo como horizonte social consensuado. Y entre abandonar las políticas públicas y las ambiciones de la sociología, sus miembros pasarían de una posición principalmente científica a una postura ideológica más asertiva: “De hecho, una vez que los poderes públicos se convirtieron al neoliberalismo, la sociología se vio incapaz de seguir usando eufemismos para su inclinación constitutiva a favor de la perspectiva socialista y, con ella, su aversión fundacional al individualismo liberal.”

En el país extraño donde los dominados son dominantes

El grado en que la sociología debe separarse o, por el contrario, asumir sus afinidades políticas es obviamente tema de debate. ¿Qué piensan los que se distancian de la sociología crítica y la corriente de la dominación? “Cuando eres sociólogo, no puedes dejar de ser crítico”, admite Pierre Demeulenaere, no obstante ser heredero del campo opuesto, el de Raymond Boudon, “un sociólogo dominado” dentro de la disciplina, se divierte en referencia a la legendaria rivalidad de aquel con Pierre Bourdieu, el cual terminó ganando en gran medida el concurso de posteridad contra su oponente. Según el profesor de Paris-Sorbonne, especialista en teoría sociológica,

“El discurso de los sociólogos está hoy sobre determinado por las apuestas políticas y por su compromiso normativo. Sin embargo, la sociología no se inclina necesariamente hacia un lado: Emile Durkheim era ciertamente de izquierda pero anti-marxista. Y Max Weber era conservador ”.

Este diagnóstico es compartido por Arnaud Saint-Martin:

“Hay una confusión permanente entre el trabajo de sociólogo y las intervenciones en escenas extraociológicas militantes que perjudica la credibilidad científica de la disciplina. Incluso yo mismo pegué carteles durante las elecciones presidenciales. Claramente, no lo hice como sociólogo ”.

Esta mezcla de registros perjudicaría a una disciplina cuyo representante “estudia `lo que es´ y no tiene que decir como científico si es bueno o malo”, para usar los términos de Bernard Lahire en su conferencia.

La otra pregunta que atormenta a la disciplina es si puede sobrevivir a las incesantes controversias de paradigmas. “En los Estados Unidos, hay campus que están en guerra en torno a estas cuestiones”, señala Arnaud Saint-Martin, también amante de la “castaña” teórica y quien fuera coautor de un engaño publicado en 2015 en la revista de Michel Maffesoli, el cual relanzó una disputa que lleva unos cuarenta años y culminó con el caso de la tesis de la astróloga Elisabeth Tessier, graduada bajo la dirección de Maffesoli. 

Es en este contexto que se creó la Asociación Francesa de Sociología para poner orden en la disciplina. “Las controversias forman parte de la vida normal de una disciplina científica”, señala Arnaud Saint-Martin, que se preocupa más bien... por su rareza: “en Francia, asistimos a una creciente indiferencia entre los defensores de diferentes enfoques en lugar de una confrontación real”. Como galaxias que viven cada una su vida paralela, subraya un participante o, como formula Pierre Demeulenaere, un riesgo de que, con el tiempo, la sociología parezca “una colección de discursos en competencia que son oportunidades para que cada grupo viva en sus propios discursos y lenguajes”. ¿Sobrevivirán los sociólogos a una nueva era política y a la nueva era, decididamente individualista e incluso, para algunos, “anti-social”, que se abre? En cualquier caso, aún no han abandonado el juego. Como formuló Bernard Lahire en su conferencia, los miembros de la profesión deben apuntar a “la extensión del campo de la sociología”: "A menudo nos reprochan por estar a la defensiva, por lo que les propongo que pasemos a la ofensiva...”

https://www.slate.fr/story/148218/declassement-social-sociologie-francaise

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